Desde muy pequeño estaba inquieto por responder las grandes preguntas de la vida, por conocer mi verdadera esencia y mi propósito en este mundo.

Nací y crecí en Israel en una comunidad (Kibbutz) en el norte del país rodeado de naturaleza y de un ambiente pionero e inspirador, algo que aprendí a valorar aún más con el paso de los años.

Como todos los israelís tuve que ir al servicio militar durante tres años. En su momento no lo cuestionaba y tuve la suerte de entrar en una unidad especial de rescate y salvamento. Fue una época muy intensa y el contacto con personas gravemente heridas, o en ocasiones muertas, me marcó mucho. Aunque mi oficio era salvar vidas sentía claramente que estaba muy lejos de encontrar mi camino.

Mi búsqueda y mi interés por las culturas de oriente me llevaron a viajar por el mundo, especialmente en la India. Es ahí donde descubrí el arte de la meditación y el Yoga. Me quedé fascinado por el poder de la mente, por la importancia de cultivar un estado de silencio interior, y lo fundamental que es conectar con el cuerpo y la respiración. Con estas prácticas llegué a conocerme de verdad y a conectar con una dimensión más espiritual de mí mismo.